"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
domingo, 24 de febrero de 2013
ESENCIAS Y CONTRASTES DEL AMOR
"No es perpetuo el placer, ni lo es el llanto...".
Juan Boscán.
La blanda risa y el dolido aliento
criaturas son para acabar nacidas;
pues obras cualesquiera acontecidas
labran su fin con gozo o sufrimiento.
El padre Tiempo con su movimiento
detiene las menguadas y crecidas
cosas, que alfombran luego nuestras vidas
como seca hojarasca bajo el viento.
No me quejo por ello, quede claro,
porque el destino, en similar derrota,
al espino y la flor postrero aguarda.
Por la desproporción va mi reparo:
la que sorbe en tu labio breve gota
y en tu espera un caudal que ya se tarda.
jueves, 14 de febrero de 2013
AL BESARTE
"Mi cariño te brindaba su equívoca indulgencia..."
Leopoldo Lugones.
Gentiles besos, ósculos corteses
que ya en la blanca mano o la mejilla
vuestro roce posáis, con maravilla
de ver nacer de Amor las rubias mieses,
o a la sombra de lánguidos cipreses,
del madrigal en la feraz orilla,
como brisa que surge de la arcilla
indigentes nacéis, morís marqueses,
la ancha ronda cesad y, dando excusa
de retiraros luego, haced que entre
aquéllo que anhelante está creciendo,
para que, rota su imposible esclusa,
por boca, cuello, senos, bajo vientre...
el alma entonces se derrame ardiendo.
lunes, 4 de febrero de 2013
POETAS ROMÁNTICOS INGLESES: Canto III
¡Tú, bella entre las bellas, amazona
que desde lejos hieres, envuelta
entre ropajes de misterio y soledad,
doncella india cuyo óvalo del rostro
seduce al sonreir, al resplandecer
como una joya única
y tan atrayente que la misma Afrodita
sucumbiría envidiosa
si sus pasos tornaran a la Tierra
y la pusieran, incómoda, frente a ti!
¡Ah, torre de la Poesía: abate
tu puente levadizo!
¡Dame tu vuelo, pez o caballo alado,
tus lluviosas saetas, tu diadema
de palpitantes versos, incisivos
con que devorar a un corazón que se quiere!
Aquí, en este santuario interior
y remoto, yo te elevo
un altar de palomas, de arrayanes,
quemo los pétalos de incienso,
con paciencia dispongo
las cuerdas de las cítaras,
cuelgo de las paredes guirnaldas
de himnos en tu honor, diosa mía,
porque en algún momento
del infinito océano del tiempo
peregrinos que hoy desconocemos
desfilarán entre columnas
para entregarte su ofrenda emocionados...
Y, feliz cantor de tu aurora,
alfarero de una piel similar al jacinto,
de las delicias de un millón de noches,
seguiré todavía consumando mi vida,
desangrándome con todas mis palabras,
tendido entre las llamas que deslumbran
de las hojas de hierba, al pie
de los altos muros erigidos por mí,
donde aves sagradas se arrullan
y son las sacerdotisas
que pronuncian para siempre nuestros nombres.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)