"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
lunes, 20 de julio de 2015
GOLONDRINA
Lacerada por espinos
y con el vuelo truncado
una mañana de abril
te recogieron mis manos.
Quise llegar donde el sueño
tiene su nido en un ático
y allí cobijarte, alegre
de estar de tu mal a salvo.
Para tu pico anhelante,
para tu pulso agitado
llovían mis atenciones
con la ternura por bálsamo.
Claro guardián en la noche
alzó mi cariño un palio,
sin que me pesara nunca
ser medicina de un pájaro.
Las notas de un pentagrama
se escribían a diario
con lo que tú me inspirabas
y yo te entregaba a cambio.
Así pasaron los meses,
en sucesión caminando
los unos en pos de otros
como quien sube a un cadalso.
Pero tú andabas inquieta,
con pesadumbre de esclavo,
y en tus ojos una perla
nublaba el vitral del ánimo.
Te comprendí... Ya era hora
de devolverte al espacio
por que colmaras el aire
con arabescos alados.
Después de que te alejaste,
entre pensativo y lánguido
abandoné mi ventana
y me volví solitario.
Desde entonces, a mi vida
la consumen los trabajos...
A mi vida, no al recuerdo
que con tu imagen restaño.
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