"Aquel cuyo nombre está escrito en el agua". Epitafio en la tumba de John Keats.
lunes, 22 de febrero de 2016
JUANA DE ARCO
Ala de cuervo, al sofocarme el humo
tiñe en sombra mi frente.
Crece voraz la atormentada hoguera,
su látigo de sierpes.
Apenas, entre toses, pensar puedo
en mi infamante suerte.
No queda tiempo... Mi avatar conciso
es fuerza que os abrevie.
Nací plebeya. Campesinos padres
tuvo mi cuerpo inerme.
Mas la piedad, que gobernó mi vida,
fue mi coraza. Siempre.
Clara y guerrera resonó imperiosa
la llamada celeste.
Sumisa respondí, trazando un vuelo
de tórtola obediente.
Mi tierra entonces con razón gemía
y ejércitos ingleses
la subyugaban dividida en taifas,
viles feudos estériles.
Pero en mis manos levanté su espada,
que otrora fue valiente,
y en tronos que cebaba la inmundicia
de siervos hice reyes.
Desde Orleáns a la infeliz Lutecia
cabalgaron mis huestes,
acero y sangre, combatiendo en torno
de mi bandera célibe.
Me abatió la fatiga. En la Champaña,
mis enemigos, fieles,
echaron su rencor sobre mis hombros
y sus agrios grilletes.
Se me instruyó proceso. Me acusaron
de hechicera y hereje.
Todo se derrumbaba con mis sueños,
en triste fin circense.
Vuelvo la cara a Dios, que ya me abre
las puertas de la muerte.
Su absolución me sobrecoge, inmensa,
y a mi voz enmudece...
sábado, 6 de febrero de 2016
EL PESCADOR DE PERLAS
En esta playa última, tan lejos
del mundo como le sea posible,
de su desencanto, de su adversidad,
de su inquina también,
y desnudando el cuerpo
para el salado beso de las olas.
Aquí se encuentra siempre,
cara al viento,
bajo la sombra de los alcatraces,
sentado en el osario del planeta
que aflora en los escollos,
enjuto como un remo
que por primera vez abre las aguas.
En la mayor parte de los casos
resulta vano su tesón,
pero eso no importa demasiado.
Un solo lucero basta
para darle sentido a la noche,
de igual forma
que la pesca afortunada de un día
puede justificar su sacrificio.
Lo decisivo, pues,
lo verdaderamente crucial,
es saberse libre
y elegir la continua inmersión
en lo hermoso
para dar testimonio indeleble
en un libro que no acaba nunca,
dejando, humedecida, entre las redes,
la lágrima de nácar de ese sueño.
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